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Una joya de la enfermería moense en Haití

enfermera 1Fotos: La voz del níquel
 
Para los que conocíamos, o conocieron después a Giselda Plutin Torres, graduada como auxiliar de enfermería en el verano de 1975, nunca imaginamos que sería una excelente profesional en esa esfera de la salud, cuyos resultados brillan con luz propia a lo largo de sus 46 años de labor ininterrumpida en el ejercicio de uno de los oficios más humanos que se conocen.

La enfermera Plutin, como la llamamos cariñosamente varias generaciones de moenses, demostró talento inequívoco desde aquel julio de 1975 hasta estos días; luego trabajó varios años en Moa, tierra que la vio nacer en el mismo año que triunfo la Revolución, hija de minero y ama de casa, quien fue criada en un ambiente de alta responsabilidad social, amor al prójimo, respeto al derecho ajeno y amor por la vida en todas sus vertientes.

Plutin, luego de varios años de labor en Moa, se fue a trabajar a la capital de todos los cubanos, con una amplia hoja de servicios, además de los estudios realizados en la especialidad. Esto incluyó la tierra de llaneros, arahuacos y otras especies indígenas de la República Bolivariana de Venezuela, junto al espíritu y al pensamiento de Bolívar y Chávez, por espacio de cinco años donde sembró y cultivó sus mejores experiencias como trabajadora de la salud en la arena internacional.
 
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También viajó 14 mil kilómetros del caimán antillano, para asentarse como enfermera obstetra distinguida en Argelia, al norte de África, en pleno desierto, entre animales de todas las especies que incluían alacranes y serpientes, por ser un sitio inhóspito, que hicieron de nuestra colega una víctima, al soportar temperaturas por encima de los 40 grados Celsius, y una altura a varios miles de metros sobre el nivel del mar, donde solo pudo soportar un año bajo tan adversas condiciones de vida.

Hoy nuestra protagonista se encuentra en la sufrida Haití, como enfermera obstetra, perfil que domina casi a la perfección, tras acumular una copiosa y larga carrera cargada de reconocimientos y resultados profesionales en el noble empeño de extraer y salvar vidas, tanto en Cuba como en el resto del mundo, con la máxima de que no es tan importante su nombre sino las huellas que deja su labor durante su paso por la vida.

Desde Moa y la Habana, recordamos a Plutín con especial vehemencia, su amada Katherine, su compañero inseparable Eloy, su hermana, la gorda Margarita, sus inquietas sobrinas, su también hermana Carmelina, la peluquera, convaleciente aun, y este redactor atrevido que, en nombre de Gelin, su ahijada, Cristina mi esposa, y el pequeño Geanner, la felicitamos por su monumental obra al servicio de la vida.

No quiero cerrar esta crónica, sin antes incluir un fuerte saludo y gran abrazo para su compañera de batería, la doctora Tania Guilarte Quiroga, quien trajo al mundo mi nietecito en la noche del seis de enero de 2016; ya Plutin lo había hecho antes con mi hija Gelin casi 30 años atrás, el 24 de octubre de 1988, y es que quiso el destino que ambas se juntaran, porque ellas son las madrinas de mi hija y mi nieto.

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