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Ni un pelo de pobre

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El rumor corrió muy rápido como si un auto parlante circulara por toda la comunidad divulgando la noticia. Muchos se hicieron eco de lo acontecido, pero la verdad fue perdiendo su contenido y forma, hasta tergiversar completamente la historia.

 

“Al “pobre” hombre, le impusieron una multa de siete mil pesos por vender embutido, como si eso fuera tan grave como para tener que pagar esa cantidad de dinero” afirmaron algunos vecinos convencidos de una falsa anécdota que se había diseminado en la población como el polvo del Sahara.

 

La vida, junto a grandes tropiezos, me ha enseñado que nadie tiene la verdad absoluta en sus manos y para opinar sobre un tema es necesario tener un gran por ciento de información bajo la manga o si no, es mejor escuchar para apelar a una de las acciones fundamentales del aprendizaje.

 

Resulta que dicho hombre, no tenía nada de pobre y si varias mercancías ocultas, pues en el punto de venta de Comercio donde trabaja o trabajaba, no tenía reflejado en la tablilla informativa el embutido y otros productos que permanecían en el almacén de la entidad.

 

El impacto económico y social que genera el injusto bloqueo comercial y financiero contra Cuba, agudizado por la propagación de la pandemia desde el mes de marzo de 2020, refleja un desabastecimiento en estos puntos de ventas estatales, que en ocasiones ocultan los esporádicos suministros que llegan a estas instalaciones.

 

Pero se ha preguntado usted cuántas veces visitó estos puntos de ventas donde aparecen las tablillas informativas diezmadas, aún con mercancía en el almacén, reservada para alguien con más capital que pretende desarrollar mucho más su negocio.

 

Este modo de operar no es para nada novedoso en instalaciones estatales, pero lucrar con recursos del estado destinados para el pueblo, en la compleja etapa que vivimos, es acompañar al enemigo en su lucha por asfixiar nuestra sociedad, por la que tantos cubanos han muerto y seguimos luchando.

 

La inocencia de muchos los ubicó en el lado del “pobre hombre” para evitar la multa, sin saber, quizá, que ese recurso oculto después se lo llevan a la casa con un precio multiplicado quien sabe por cuánto, o luego reciba un servicio caro porque la materia prima también se compró en un alto valor.

 

Además, resulta repudiable ver como insultan a esos inspectores estatales que velan por el cumplimiento de la tarifa de precios y la calidad de los productos, en una etapa cuando las compras devienen actos malabáricos, por el desmedido incremento del valor monetario de los servicios u ofertas.

 

Esta experiencia me demuestra que en ocasiones nosotros mismos somos culpables de nuestros propios fracasos, porque el agredido fue quien se disponía a protegernos de los precios abusivos y la mala calidad de los productos, que muchas veces vemos en los puntos de ventas.

 

El enfrentamiento debe existir con los verdaderos incumplidores que pretenden lucrar con las necesidades del pueblo, una lucha que debe ser de todos, para aliviar así los impactos ajenos a nuestra voluntad, como una pandemia o el injusto bloqueo.

 

En el proceso de comunicación confluyen varios aspectos como el canal o la vía, la forma del mensaje o los ruidos, que en muchas ocasiones son alterados y no permiten llegar el mensaje claro y seguro hacia su destino, aunque luego los perjudicados solemos ser nosotros mismo.

 

Luego de una triste historia, alejada de la ficción, llegamos a la conclusión que el hombre, de pobre, no tenía ni un pelo.

 

 

Flabio Gutiérrez Delgado
Author: Flabio Gutiérrez Delgado
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Licenciado en Comunicación Social. Soy un ferviente apasionado del mundo deportivo, atrapado por la magia del fútbol, pero no descuido la cultura general y siempre estoy dispuesto a aprender algo todos los días, cuando no lo hago, siento que he perdido el tiempo.

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