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¡Chávez, en tu despedida vine a conocerte!

Hugo Chavez 1

Existen historias que siempre deben ser contadas, testimonios que son legados y hombres que esculpen con sus ideas una mejor realidad. Muchos a diario nacen, a diario mueren, pero aquellos cuyos pasos por la tierra han sido huellas en cemento fresco, son dignos de recordar.

 

Hombres de alma inmarcesible, que han quedado albergados en la mente de naciones, plasmados en el corazón de pueblos.

 

No todos los que nacen son inmortales, y aunque la muerte natural llega y nos arrebata de entre las manos la vida, los buenos recuerdos permanecen.

 

¡Cuán cruel! ¡Cuán feroz es el emperador de todos los males!

 

Luchando ante atroz enfermedad, parecía que perdería la batalla. La lucha se hizo gigantesca por recuperar su salud. Cuba le acogió y puso mirra sobre sus heridas, pero sus esfuerzos no fueron suficientes.

 

Los buenos guerreros son los que no dejan morir la historia, y con sus manos de nobleza cosechan una mejor realidad. El guerrero de esta historia realizó una obra infinita, y ni siquiera la asechanza de la muerte provocó que detuviera sus fuerzas para continuar.

 

El 5 de marzo del 2013 la tierra gimió, sollozos se escuchaban en las calles del país venezolano, dejaba de existir Hugo Chávez, hombre de mente elefantina y grandeza de espíritu. El defensor incansable de los pobres, hombre de mirada sincera y sonrisa afable, ya no estaba. Un mensaje en Twitter por parte de Gabriela Chávez: “Hasta siempre, papito mío” confirmaba el hecho. Cuba, sufría la pérdida de un amigo, un gran hermano.

Recuerdo aquel martes 5, cuando estudiaba en la primaria. Los pioneros lucíamos nuestras pañoletas rojas en los jardines del Gobierno Provincial. La bandera izada a media asta demostraba que, aunque a diario ocurren muertes, no todas provocan este gran impacto. Se escuchaba por bocinas “a los héroes se les recuerda sin llanto”. Más de una lágrima vi correr al compás de la canción. Una internacionalista de cabellos color miel hablaba de Chávez como si este fuera su padre, el hombre que le brindó hogar y le dio refugio durante dos años, mientras ella ofrecía su mano amiga.

– No se puede hablar de Chávez sin que un nudo se atraviese en la garganta – no recuerdo su cara, solo sé que de una voz femenina salían aquellas palabras que quedaron tatuadas en mí.

 

¡Ay Chávez, en tu duelo, vine a conocerte! Acerca de él había leído en más de una ocasión; mi profesora hablaba de su persona y su biografía me la tuve que aprender en algún momento, solo lo conocía como Chávez, presidente venezolano, amigo de Fidel. Aquel martes,cuando la noticia irrumpió, conocí que un héroe había muerto. Allí entendí que aquel legado solo lo podía dejar un hombre digno. No era el Chávez que había leído, era el hombre que defendió el valor humano, y si le hubiese conocido antes, también de seguro alguna lágrima escaparía.

 

Hoy recuerdo los versos de Navarro Luna:

 

“Hay muertos, que, aunque muertos, no están en sus entierros y salen de sus tumbas cerradas y las rompen, para seguir guerreando en la batalla.”

 

La noticia, un golpe que no se cura, que no logramos mitigar. América se estremeció y lloró tu despedida en el hasta luego de un hermano.

 

Su figura, su nombre, sus ideas ya son eternas en esta América nuestra, y por qué no, en cualquier parte del mundo donde exista una injusticia.

 

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