El adiós eterno al “General” de Propaganda
- Por Redacción ¡ahora!
- Publicado en Holguín
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Una vez más la muerte truncó la vida de uno de los verdaderos hijos de la Patria. Este 26 de febrero Holguín despidió a un hombre que desde su niñez forjó la vida, trazó metas, cumplió sueños y legó para el futuro con su ejemplo.
José Ramón Leyva Rosales nació justo en el año del Centenario del Apóstol. En su humilde hogar recibió el amor familiar y las primeras enseñanzas hasta alcanzar luego en su escuela el sexto grado. Conoció de carencias y de los días difíciles del ciclón Flora, donde su familia lo perdió todo.
Al llamado de la Unión de Jóvenes Comunistas, se incorporó a la Columna Juvenil del Centenario. Dedicó jornadas de labores en la plantación y cosecha de café. Sus resultados en tareas asignadas le merecieron el reconocimiento y le permitieron ingresar en los cursos de la Escuela Provincial de la Columna Juvenil del Centenario. Una vez graduado asumió diferentes responsabilidades en Santiago de Cuba, Mayarí, Holguín, Ciego de Ávila y La Habana, hasta 1980.
Luego asumiría tareas como Inspector de la Reforma Agraria, cuadro profesional de la UJC, Jefe de Cuadros del Gobierno Municipal, Jefe de Taller y Cuadros de la Empresa Provincial de Artesanía, director de la UBA Nro 16 Construcciones Militares, miembro del secretariado municipal de los CDR, Jefe de la Oficina de la Administración y los Servicios de los CDR Provincial, “General Mambí” en el Frente Tomás Salazar, de la División Mambisa e incansable Jefe de Taller de Actos y Sonidos en la Unidad de Propaganda del Partido en la provincia, por más de 20 años.
Por sus extraordinarios méritos, en 1972 ingresó a las filas de la UJC y en 1974 en las del Partido. Fue condecorado con las medallas 28 de septiembre, 23 de agosto y Personalidad Distinguida de la Provincia.
En este extraordinario compañero se agruparon valores y virtudes. Eterno familiar, respeto, compromiso, fidelidad, valentía, exigencia. Militante convencido y conductor de colectivos.
En el recuerdo quedarán el amor a su Holguín querido; sus excelentes anécdotas y chistes al más puro estilo criollo y sus inconfundibles debates en torno al pasatiempo nacional, el cual disfrutaba a plenitud como buen cubano.
Leyva o General, como cariñosamente lo llamaban sus amigos y quienes bebimos de su sabia y su entereza revolucionaria, le decimos hasta siempre.
Seguiremos edificando sus sueños, sus desvelos, su optimismo y su amor porque el trabajo en Propaganda fuese siempre de excelencia.