Desnudarse no es quitarse la ropa

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Ha llovido bastante desde que el hombre se reveló contra el frío y cubrió sus formas con piel de bisonte, en algún momento quedaron ocultas las partes del cuerpo que después serían motivo de vergüenza, las más radicales doctrinas religiosas se encargaron luego de reforzar los miedos y aplastar para siempre la posibilidad de ver el desnudo en su dimensión espiritual.
 
Quitarse la ropa, desgarrar la coraza externa frente a una cámara fotográfica con el objetivo de construir una obra de arte, no es un acto simple y casual para quienes lo asumen,aunque así lo crean, aunque parezca solamente la respuesta a esa fascinación por la figura humana que han mostrado artistas de todos los tiempos, el desnudo artístico es siempre una incursión en un ámbito de indagación y experimentación.

Conscientes o no del papel que juegan, cuando el fotógrafo y su modelo logran una buena imagen, esta trascenderá el marco íntimo de su creación para transmitir un mensaje dentro de un camino tabú en el que el desnudo deja de ser mero acto de muestra, para ser catálogo espiritual, asomo de lucidez y comunión o simplemente un acto de protesta y provocación.

La escuela academicista de Pompeya reveló desde el siglo XIX, que el desnudo debería ser para idealizar y no menospreciar la calidad psíquica del espectador, cualquier punto de realismo, afirmaban ellos, permitía la entrada de la vulgaridad.

Kenneth Clark, investigador e historiador del arte, planteaba con fuerza estas ideas, él pensaba que la credibilidad del desnudo era percepción absoluta, enmarcada esta en la dimensión del dónde y cómo se presentaba.

La objetividad y el realismo de la imagen fotográfica permiten que el desnudo sea un acto de indocilidad contra los preceptos, más allá de que su concepción pueda ser liberadora o no, ofrece al artista la posibilidad de expresar las emociones y ejercer su derecho a discursar sobre ellas.

En nuestra eterna sed hedonista sería engañoso afirmar que estamos saciados de la belleza del cuerpo humano; porque a pesar de lo trillado del desnudo en las artes plásticas, sobre todo en occidente, la piel sin falsificaciones, sin el tapizado de la ropa, solo adornada con sus texturas, formas y marcas, es un regalo para la fotografía.

Experimentar la belleza a través de la piel del otro con la fotografía como soporte es una forma de sublimación que a menudo se confunde con algo más vulgar, sobre todo, cuando se subestima todo lo que se esconde tras la abstracción de la forma, los miedos, las ansias de libertad, lo quimérico.

El desnudo en el arte cuenta con una larga tradición, innumerables maestros legaron un patrimonio de pieles tersas y vastas obesidades, que demuestran que también esta forma de ver tiene la función social de desmitificar al cuerpo como fetiche.

Aunque el desnudo sea motivo de censura, para muchos algo difícil tolerar y casi imposible de publicar en los medios de difusión masiva, habrá siempre quien se aventure al juego de volúmenes, a decir mediante la abstracción de las luces y sombras.

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Comentarios  

# Yury 17-05-2020 09:51
Buen artículo heidi.
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