Giros
- Por Jorge Suñol Robles
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No, no es el clásico de Fito Páez. Otra vez con el mismo recurso de la cancioncita, dirán mis lectores, pero yo le recuerdo que para escribir estos apuntes debo prender la música a todo lo que da, y apagar el mundo, para no sangrar, para que sea un acto rápido, aunque la ausencia,luego, se extienda por más de 800 kilómetros, y no pueda respirar a miles de gente, aunque añore recorrer y oler cada parque de esta ciudad engreída, pero mía, de esta ciudad, con un color, un rostro, una cultura, como ninguna. Mucha gente lo ha vivido, lo vive.
Sí, llegó el día del cambio, de la decisión, de ese miedo sostenido que me ha desvelado durante varios meses, bueno, puede que sea durante años, ya eso no tiene importancia.
Lo que viene puede sonar a catarsis, a que el lector me juzque porque el periódico no es mi diario, porque sé que lo han hecho, a lo mejor no conmigo, pero con otro periodista sí. Lo que viene puede que se llene de párrafos cursis, pero el que me conoce sabe que este será como un abrazo sincero y necesario.
“Asere, que ya estoy muy grande pa´ estas cositas”, me digo, pero no escarmiento. Sigo pensando que es deber, que aunque suene a carta de despedida (no definitiva), lo tengo que hacer, por lo mucho que he crecido, he vivido y he soñado en estas páginas, y más, se lo debo, a mi ciudad, a mis amigos, a mis cafés. Se lo debo a mi desgarro.
Les advierto, corro el riesgo de volver, todos no podemos acostumbrarnos a lo real y maravilloso de La Habana. Y bueno mi gente, usted tiene ya la noticia. Esta vez emigro yo, aunque digan que en La Capital no quepa ni un holguinero más.
Me voy a luchar, con el transporte, con el alquiler, con la independencia, me voy a ser héroe y villano, me voy para tocar puertas.
Lo bueno es que allá tengo a millones de amigos, lo bueno es que me sentiré más hombrecito, todo un cúmulo de responsabilidades. Lo malo, lo malo son muchas cosas, que ya mamá no estará, y no podrá dormir conmigo ni cuidarme cuando me “exprima ” un dengue del que recién sobreviví. Estas, quizá no se dé cuenta, son líneas postrecuperadoras, luego de cinco días encerrado en un hospital digno de “tratamiento quirúrgico”. Bueno, ya, basta ya de hablar de mosquito y enfermedades.
Aunque pensé que tardaría más en dar el paso, aquí estoy, con la incertidumbre de si me acostumbraré o no, pero soy de los que se adaptan fácil a las cosas. Sin embargo, a decir verdad, uno nunca es feliz con la distancia insoportable de por medio. Desafortunadamente, así he vivido gran parte de mi vida.
“No dejes de escribir”, me dice mucha gente. Yo le digo que no, que eso no pasará nunca, que aunque La Habana me contamine de su agitado ritmo y me envuelva en otros conciertos, sacaré tiempo para estas descargas que alimentan el alma, que a mis amigos jodedores le caen como una patá…, porque dicen que escribo tonterías, pero al final están ahí, leyendo y viviendo cada palabra. Son mazoquistas, visto y comprobado. Hasta lloran, a veces.
A mí, que me queda más de un millón de caminos por recorrer, porque en un año se vive, pero ahora es que empieza esta aventura infinita para descubrir historias, me doy el aliento y las ganas, la fuerza de crecer y no detenerme, que en La Capital, ya lo sé, hay que andar a la viva, porque te derrumban. Así es el juego, la competencia.
Para los amigos que dejo, los viejos y los nuevos, está mi corazón apretado. Para mi ciudad, estas líneas llenas de verdad y fe. A mi familia, todo el amor posible de dar. A mi periódico, mi refugio durante un gran tiempo, los recuerdos, las historias, todas las estrellas contables. A mis lectores, ya sean dos o tres, da igual, mi nombre en letra de molde. Mi gente, sin pretrensión ninguna, es que tan jodidamente hermoso ver cuando alguien, de cualquier rincón te escribe, diciéndote que sigas cómo vas, que le encanta mi columna, aunque no tenga ninguna creada.
Es jodidamente lindo que una niña, que ni siquiera estudia periodismo, y que sueña con serlo, te saque las lágrimas con sus historias y sus palabras. Así quiero ver más gente en las aulas. Y soy novato para decir estas cosas, pero al periodismo en Cuba le hace falta más pasión.
Mis textos, siempre serán sus textos, mis historias siempre serán una por una, sus rostros, sus pieles negras, blancas, albinas, mulatas, mis gestos siempre serán sus gestos. Cada día intentaré lo que he hecho hasta ahora, o lo que he intentado hacer, ponerme en su lugar, leerme en voz alta, dárselo a cualquiera para ver si estas locas ideas funcionan. Juntos, tú, lector inquieto que devora hasta mis comas, y yo, hemos construido este rompecabezas. Y eso me llena de placer.
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