Historia privada de mi familia pública
- Por Rubén Rodríguez González
- Hits: 4365
El Periódico tiene dos historias: una pública, que se traduce en entrevistas, reportajes, artículos, fotografías, ediciones ordinarias y extraordinarias, suplementos, boletines y noticias, susceptibles de convertirse en “palos periodísticos” o de pasar sin penas ni glorias por el acontecer provincial.
Más recientemente, la historia pública se expresa en actualizaciones, velocidad de conexión y descarga, interactividad, multimedialidad, hipermedialidad… y demás jerga afín a la red de redes. Ella desmiente las teorías sobre la inspiración y puede parar “bolas” nocivas sin ser jardinero ni cátcher. Es capaz de alegrar y consolar, de convocar y optimizar, de conmover y regañar. Pero siempre con las mejores intenciones. Tratando de inventar el mundo mejor posible, con la palabra y la decencia como armas. Y la convicción de que la prensa es un agente de cambio social.
La otra historia guarda los sinsabores y alegrías que afronta una familia a través del tiempo. La de la ley de los cambios cuantitativos a cualitativos. La de la unidad y lucha de contrarios. La de la negación de la negación. La que se expresa en adrenalina y serotonina. La de entusiasmo, euforia, melancolía y encabronamientos mayúsculos. La de “si me quitas una línea de este texto; me desordeno, amor, me desordeno”. Porque esta humanísima profesión está sujeta al imperio de las emociones.
En las fotos “de familia” aparecen jóvenes, maduritos y longevos revueltos en espumosa muchedumbre. También encuentras a los niños del Periódico: los hijos, los nietos, los sobrinos… que, a veces, continúan la “dinastía” periodística. Aquellos que mamá o abuela traen a la Redacción durante la semana de receso docente, porque no tiene con quién dejarlos. Los que van como polizontes a los recorridos y “coberturas”. Los que más disfrutan las actividades recreativas…
Nuestra historia “privada” está llena de amistades, noviazgos, bodas, nacimientos, bautizos, promociones, premios, celebraciones… y también de separaciones, enfermedades, convalecencias, accidentes, frustraciones, decesos, partidas inevitables en una familia que ronda las seis décadas. Los revivimos cuando su nombre nos asalta desde una crónica jocosa o un reportaje impactante. Entonces saltan las anécdotas sobre el beodo genial, la economista de acrisolada honestidad, nuestra señora de los gerundios, el empedernido fumador o el eterno polemista. Uno les recuerda con una sonrisa sincera y cierto leve estado de melancolía. Existe, incluso, la leyenda sobre un balance que se mecía paranormalmente solo en el archivo. Porque, como en la canción de Mercedes Sosa, siempre van con nosotros nuestros muertos, pa’ que nadie quede atrás… A veces, bromeamos sobre el asunto y echamos mano al humor negro para encargar prematuramente a un colega que escriba las veinte líneas de nuestra esquela necrológica.
Esta familia cuando celebra, lo hace en grande; cuando hay que trabajar, también. Basta un “pipo, encárgate de los niños, que tengo cobertura”, para ensillar el corcel de la noticia. Y para remarcar nuestro entorno casi doméstico, en cierto horario huele a potaje y en otro, a café.
Y termino esta crónica sentida porque mi jefa de información, en “modo JLo” me pregunta: ¿La columna pa’ cuándo?
Comentarios
buena suerte en todo lo que hagas!!!!!!!!!
Saludos hermano, se que tu memoria prodigiosa te puede jugar una mala pasada. De este lado, antiguo camarada del pre en la vocacional (Alias Pinocho).
¿Tienes correo personal?
Un abrazo