Y si vas a El Cobre…

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Soy, lo que se dice, una especie de Nicolás Guillén contemporánea, y perdonen tan altísima pretensión. Las musas nunca han bajado para crear esa “poesía sonera” que distingue al Poeta Nacional, pero al menos “tengo lo que tenía que tener": la versión femenina del abuelo negro y el abuelo blanco.
 
Cada una de las abuelas practica sus creencias a su manera. La una la emprende a gajazos, “pa´ que se vaya lo malo” y tiene un altar enorme. La otra prefiere, simplemente, ponerle flores y encenderle una vela a la Patrona. Sin embargo, a pesar de sus divergentes bases teológicas, llegaron a concierto el día de mi nacimiento, cuando decidieron regalarme una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre.

No soy de las que tiene el amarillo entre sus colores favoritos, ni visito catedrales. Encendí velas solo en apagones, aunque –como todo buen cubano- si he espetado algún “ayúdame, Virgencita”, cuando el zapato aprieta. No obstante, la curiosidad rebasa el ateísmo, y la leyenda de “Cachita” ha estado en la diana de mis indagaciones por el misticismo de su aparición y su relación, no solo con el sentimiento de espiritualidad, sino de cubanía de los habitantes de esta Isla. Su estudio obliga al análisis de eventos medulares de la Historia de Cuba y, específicamente, del proceso de formación de la nacionalidad cubana.

Ella está más allá de las catedrales católicas y los altares yorubas transculturada en la sensual Oshún. Más allá de la estampita en la billetera y de la medallita en la cadena. Ella está en la cultura del pueblo cubano y es musa para muchos creadores que la han llevado a las disímiles manifestaciones artísticas y al cine, la radio y la televisión.

Y, por si fuera, para satisfacer mi orgullo holguinero, a Cachita se le vio por primera vez en la Bahía de Nipe y se le construyó su primer altar en Barajagua, hasta su asentamiento definitivo en El Cobre, Santiago de Cuba.

La lejanía en el tiempo del suceso, a pesar de la existencia de algunos documentos, hace que la historia de la Virgen siga preñada de un romanticismo que los cubanos han preservado por cuatro siglos.

Muchos elementos no han sido esclarecidos y, probablemente, jamás podrán serlo. En dependencia de la fuente que se consulte el hallazgo de la Virgen de la Caridad se ubica entre 1604 y 1614, aunque la mayoría consiente en establecer el 8 de septiembre de 1612 como fecha de la aparición de Nuestra Señora
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El texto pionero sobre al asunto es la declaración notarial bajo juramento eclesiástico del capitán Juan Moreno, testigo ocular del los hechos. A pesar de que las historias en torno a la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre se basan en un documento histórico, el hecho pasa por el matiz de la subjetividad de Juan Moreno. Muchos historiadores hacen notar que este protagonista solo tenía diez años cuando vivió el suceso y la reconstrucción del mismo acaeció 75 años después, por lo que no confían totalmente en el testimonio.

Historia de la milagrosa aparición de nuestra señora de la Caridad, Patrona de Cuba y de su santuario en la Villa del Cobre, es la otra fuente documental de la cual se tienen referencias. Se trata de la versión de la historia sobre la base de lo testificado por Juan Moreno, escrita en 1701 (o 1703) por el entonces capellán del Santuario del Cobre, Onofre Fonseca.

Varios relatos, basados en dichos documentos, dan fe de que tres hombres salieron a la bahía de Nipe en una endeble embarcación en busca de sal. Una tormenta puso en grave peligro la vida de estos “Tres Juanes”, como han sido reconocidos por la historia estas figuras que, a menudo, aparecen representadas en las imágenes de la Virgen. Entonces se hizo el milagro. Sobre la espuma vieron aparecer un bulto blanco, como una especie de ave. Pronto se percataron de que se trataba de la imagen de una mujer mestiza que cargaba en su brazo izquierdo a un niño y en la derecha sostenía una cruz de oro. Ella flotaba sobre una tabla donde podía leerse “Yo soy la Virgen de la Caridad”. Llamó su atención que, a pesar de la tormenta, las vestiduras de la Virgen no estaban mojadas. Ella, seguramente, los salvó de la muerte. Los Juanes recogieron un tercio de la sal y llevaron a la Virgen consigo hacia el Hato de Barajagua.

La historia varía en uno o varios elementos en dependencia de la bibliografía consultada. Algunos afirman que los Tres Juanes eran esclavos. En otros casos se lee que dos de ellos eran blancos y hermanos de sangre –Juan y Rodrigo de los Hoyos- , mientras que Onofre de Fonseca señala que eran indios. Versiones más románticas aluden a que los Juanes eran uno blanco, otro indio y el otro negro. Dicha representación posee un marcado matiz de cubanía, pues ellos encarnan los elementos étnicos y los valores culturales de la composición del cubano.

Onofre de Fonseca, en su versión de los hechos, da fe de los disímiles milagros operados por la Virgen de la Caridad y de sus continuas desapariciones del altar que le fue construido en Barajagua. Los habitantes consideraron que Nuestra Señora no quería estar ahí y la trasladaron al Real de Minas del Cobre, donde continuaron sus místicas “fugas”. Finalmente, fue hallada en una de las elevaciones de la Sierra Maestra, donde actualmente se enclava su santuario.

A partir de ese momento, la versión criolla de la Virgen María, estuvo presente en momentos cumbres de la Historia de Cuba como la visita de Carlos Manuel de Céspedes a su santuario en 1868, para rendirle homenaje junto a sus tropas, momento que iniciará la tenencia de la imagen, por parte de los mambises, en efigies y medallas como acompañamiento en los combates. Dicha tradición derivó en el bautizo de la Virgen como Mambisa lo cual estimuló la unidad de los cubanos, a pesar del apoyo incondicional de la Iglesia a la metrópoli española. Asimismo los historiadores señalan la misa solemne que ofreció Calixto García a los pies de la imagen celebrando el triunfo de Cuba sobre España el 8 de septiembre de 1898 y la petición a Benedicto XV, por parte de los veteranos del Ejército Libertador, de proclamar a la Virgen de la Caridad Patrona de la República de Cuba, sueño hecho realidad en 1916.

Desde esa fecha no han sido pocos los encuentros entre los sumos Pontífices y la Virgen cubana de Nipe y Barajagua. Los últimos tres Obispos de Roma le han hecho varios obsequios en sus vistas a la Isla. Juan Pablo II, en 1998, le regaló un rosario de oro. Catorce años más tarde el Papa Benedicto XVI le entregó la Rosa de Oro. El Papa Francisco, actual Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, entregó a la Virgen Mambisa un florero de plata con flores de este material desde el tallo, y pétalos de cerámica.

El hallazgo y devoción de la Virgen de la Caridad del Cobre es un acontecimiento religioso que no simplifica su trascendencia histórica y cultural, sin la cual no podríamos comprender a cabalidad el pasado y presente de la sociedad cubana. La más rica y acabada de las historias vive en el imaginario de los cubanos quienes, creyentes o no, la visitan en su santuario o piden que “si vas al Cobre quiero que me traigas, un Virgencita de la Caridad”.
Author: Rosana Rivero Ricardo
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Rosana Rivero Ricardo. Periodista 25 horas al día. Amante de las lenguas... extranjeras, por supuesto. Escribo de todo, porque “la cultura no tiene momento fijo

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