Oportunidad para empezar de nuevo
- Por Kevin Darío González Morales / Estudiante de Periodismo
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El consumo de drogas no es un fenómeno aislado, es un espejo que refleja las fracturas de nuestra estructura social: inequidad, alienación y vacíos existenciales. Resolverlo exige una elevada dosis de voluntad y sensibilidad humana.
Es fácil quedarse con los números fríos, con los titulares que hablan de crisis y estigmas, pero detrás de cada estadística hay una vida, un ser humano que merece ser entendido, no juzgado.
Mirar más allá es necesario para ver a esa madre que lo ha perdido todo, a ese joven que no encuentra su lugar en el mundo, o a ese hombre mayor que busca en cada dosis el alivio a décadas de sufrimiento. No se trata de justificar, pero sí de entender.
Las razones son diversas, pero casi siempre nacen del dolor: una infancia marcada por el abandono, un trauma que dejó cicatrices invisibles o una sociedad que cierra puertas y deja a muchos sintiéndose vulnerables.
En ocasiones, el consumo de sustancias es una respuesta a la soledad o al vacío existencial. Las drogas se convierten en una salida momentánea, una forma de escapar de realidades que, para algunos, resultan insoportables.
En estos casos, no podemos limitarnos a juzgar y debemos preguntarnos qué hemos hecho como sociedad para dejar que tantas personas se sientan desamparadas.
Desde una óptica sanitaria, las secuelas del consumo desmedido son incuestionables: enfermedades mentales, como la depresión y la ansiedad, daños orgánicos irreversibles y el devastador espectro de la sobredosis conforman un cuadro alarmante.
Aunque el fenómeno no es nuevo, en las últimas décadas ha cobrado una relevancia particular debido al impacto que tiene en la juventud, las familias, y la sociedad en general.
El sistema político de Cuba tiene entre sus objetivos proteger la salud y la estabilidad de los ciudadanos, por lo que nuestro país no tolera ni tolerará jamás este flagelo universal que socava la seguridad de la nación y sus habitantes.
Los jóvenes pueden ser imprudentes. Algunos cometen el error de sentirse atraídos por la adrenalina de lo imposible, llegando a quedar atrapados en el vicio que comenzó por simple placer y terminó por convertirse en una necesidad. Es por ello que se torna indispensable instruir a las nuevas generaciones, mediante narrativas persuasivas y fundamentadas que desmientan los supuestos beneficios de esas sustancias.
El consumo de drogas nos afecta a todos. Nos recuerda que vivimos en un mundo donde, a pesar de estar más conectados que nunca, muchas personas sienten un profundo aislamiento. La solución no será rápida ni sencilla, pero, si comenzamos desde la compasión, estaremos dando el primer paso hacia una sociedad más justa y humana.
¿Qué pasaría si, en lugar de condenar, nos detuviéramos a escuchar? ¿Y si nos acercáramos a ese joven en la esquina y le preguntáramos por su historia? ¿Y si ofreciéramos apoyo a esa mujer que ha tocado fondo, pero todavía tiene ganas de levantarse?
No se trata solo de contar con políticas públicas, aunque son esenciales, sino de un cambio en la manera de relacionarnos con quienes más lo necesitan. Nuestro país, como muchos países del mundo, cada día busca diferentes alternativas que protejan al ser humano de caer en ese abismo y salvar al que cree que se ha perdido.
Es tarea de todos decidir si queremos ser una generación que da la espalda o una que tiende la mano. Cada persona, sin importar lo rota que parezca, merece una oportunidad para sanar y empezar de nuevo.