Los hijos holguineros del Moncada
- Por Rosana Rivero Ricardo
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Fueron horas de angustia para Armelio y Antonio. Faltabas tú, Alejandro, el mayor de los hermanos. Te vieron tendido sobre el suelo y te creyeron muerto. Bajo la balacera no podían alcanzarte. La guerra es así de impredecible.
Si te esforzabas un poco, aún podías recordar el olor de la superficie grasosa del arma fría. No era para matar soldados. Solo dispararían si era necesario. Esa fue la orden del líder que decidieron seguir cuando estaban desorientados, tras el golpe de Estado de Batista, por la falta de acción de los dirigentes del Partido Ortodoxo con el cual simpatizaban tú y tus hermanos.
Las cosas no habían salido como pensaban. El líder dio la orden de retirada. Pero -tendido bajo la balacera de una ametralladora- recordabas sus palabras antes de salir a la lucha: “Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante”. Por suerte, no estabas herido. Pero tus hermanos, Armelio y Antonio no lo sabían.
Sabe Dios cuántas cosas pasan por la cabeza de un hombre cuando se cree al borde de la muerte. Pensaste en tu padre: Juan Ferrás González, mambí, y en tu madre, Carmen Pellicer, y en su infancia en la casita de Gibara y en los ideales sembrados por una familia que de Guiteras.
Tus hermanos habían logrado escapar. Armelio recordaba donde vivía una prima y encontraron refugio. Casi estaban seguros de que habías muerto.
Siempre habían sido unidos. Se habían ido a La Habana en busca de mejores oportunidades de trabajo. Allá se encontraron con el líder que necesitaban: un joven abogado con un programa similar al de Antonio Guiteras. Comenzaron los entrenamientos para las acciones. Un día el líder los llamó para la oficina de Abel Santamaría. Tenían que salir. En casa debían decir que iban a Varadero.
Por fin apareciste. Llegaste a la casa de la prima como a las diez de la mañana del 26 de julio de 1953. Los tres estaban felices del reencuentro. El esposo de ella les dio 75 pesos con los cuales pretendían regresar a Holguín. Todo no iba a ser tan fácil. De regreso desde Santiago, pasaron por Bayamo y los detuvo un guardia.
Aunque las cosas no salieron según lo previsto, confiaban en las palabras del líder: el movimiento triunfaría. Ya habían pasado del susto mayor y se mostraron serenos durante la detención en Bayamo. En el registro el guardia encontró un Diploma de la Logia Unión Fraternal de Gibara que llevabas contigo. Hizo un saludo masónico y los dejó continuar.
Después, los tres continuaron la lucha en la clandestinidad y militaron en el Movimiento 26 de Julio. Con el triunfo la lucha no se detuvo. Llegó Girón Angola y otras tareas de la Revolución.
La vida da cada vueltas. Tú, el mayor de los hermanos Ferrás Pellicer, al que Armenio y Antonio creyeron muerto en las acciones del 26, fuiste el último en olvidar la hazaña, el último en partir en octubre de 2021.
En el Sitial Moncada que construiste en Marqués González No. 209, en La Habana, para recordar la gesta y sus asaltantes, hubo sitio para todos, como Ernesto Tizol y Rafael Freyre, los compatriotas de Santa Lucía, y -por supuesto- los dos hermanos de Birán. Junto a ustedes, los tres gibareños, fueron los siete hijos que la tierra holguinera le parió al Moncada.
Testimonio de Alejandro Ferrás Pellicer
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