Contar los días con otro Calendario
- Por Liset Prego Díaz
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Con demasiada frecuencia la vida imita a la ficción y encontramos divertimento en comparar artísticas recreaciones con sucesos cotidianos, reales, íntimos.
Por eso no es azar ni accidente que ante el estreno de la serie televisiva Calendario, que llega a las audiencias las noches de domingo por Cubavisión, muchos tengan de vuelta sus grupos de secundaria, maestros, situaciones, Orestes, Beyonces, Amalias.
Bullyng, religión, homofobia, trabajo infantil, violencia como método de resolución de conflictos, promiscuidad, empoderamiento femenino, son temas que se nos han ido revelando en los tres primeros capítulos de 13. Todas estas dificultades enfrentadas al ideal de docencia, a la gastada práctica vacía de apasionamientos por la profesión, de esperanza, de tozudez por perseguir aparentes imposibles.
¿Que ya Conducta, la película y Entrega, la telenovela, se acercaron al tema del magisterio, y tuvieron como héroes a profesores que transgredían la desidia instalada, el dogmatismo, la ilógica de la insensibilidad hecha norma? Es cierto, pero siguen siendo necesarios clones suyos en tantas escuelas, que no pueden los realizadores cansarse de resucitar sus paradigmas y volverlos a colocar ante nuestros ojos.
Calendario, el elenco rutilante de estrellas consagradas y en ascenso; la firma autorizadísima de Amílcar Salatti tras un guion que lo presenta como un recopilador de vidas; la dirección magistral y cuidadosa de Magda González Grau, junto al equipo de realización que los acompañó, nos devuelven la fe en el dramatizado cubano, cosa que ocurre con menos frecuencia de lo que anhela el público.
Así mismo el personaje de Amalia, interpretado por Clarita García, nos trae fórmulas de cómo conducir a un lector potencial hacia los libros, cómo cultivar el amor o la curiosidad por la poesía, por la palabra y su significado. La profesora de Español, con sus ropas holgadas y aretes caprichosos, con su melena riza y suelta, con su empecinamiento, ha llevado a las redes sociales, muy reactivas a cada capítulo, a Wichy Nogueras, Nicolás Guillén, Rubén Martínez Villena, y un inconfundible olor a tierra mojada de llovizna, petricor, junto con la certeza de que hay tanta hermosura desconocida por tantos en el idioma nuestro, que urge ser mostrada.
Otra fe recuperada ante la pantalla los domingos en la noche es la de esa Amalia real que cada uno conoció. Pongamos por caso a Margarita Barceló, quien es hoy bibliotecaria y antes fuera profesora de Música en la secundaria básica José Martí, en Moa.
De Silvio Rodríguez y Raúl Torres, de la canción “sentipensante” y el verso, de libros, de la búsqueda incesante de la belleza ha alimentado al alumnado por un tiempo que supera ya los treinta años. A veces cree que está cansada, que nadie volverá a tocar los libros, a interesarse por ellos, pero encuentra motivos para reinventarse y vuelve a la carga entre estantes y marbetes.
Por eso es Calendario tan fascinante, por la verosimilitud con que se cuentan las historias de sus personajes, cada uno con su infierno de bolsillo; por la honestidad con que lo asumen los actores y que llega a los televidentes.
Algo se le ha cuestionado en las redes, su horario y la edad, evidentemente mayor, de los artistas que encarnan al grupo de alumnos de secundaria. No obstante, son mayoría los que se suman al pacto tácito de ver a un adolescente de 15 años cuando en pantalla se tiene el close-up de un veinteañero con uniforme amarillo y blanco y, aun así, se puede encontrar en la historia una organicidad que somete.
También se ha dicho cuánto se acerca este Calendario a estándares de series importadas y es cierto que el trabajo de este equipo merece encomio. Me gusta pensar que este audiovisual es todo lo que debería ser, y cómo deberían ser todos, por eso es efectivo en su función de movilizar la atención, la opinión pública de forma mayormente favorable, de conducir a la reflexión al tiempo que entretiene y a poner fascinados ante el televisor a un público heterogéneo, pues ha conquistado a la familia.
Si roza en lo extraordinario puede deberse a que nació en medio de la epidemia y en su rodaje se generó una burbuja con estrictas medidas para evitar el contagio, y porque es la primera vez que se realiza en Cuba un audiovisual seriado de manera independiente, lo que habla sobre modalidades distintas de producción que muestran eficacia desde el minuto uno al aire, y porque la suma de las partes se ordenó tan perfectamente y en la medida justa, que la alquimia resultante es óptima.
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