Martí como inspiración
- Por Yenny Torres
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Tras intensas jornadas por lograr la adaptación al círculo, mi niña empezó a tener como primer incentivo ponerle flores y saludar a Martí; cuestión aprovechada por mí y a la que recurría ante cualquier circunstancia, desde una sana manipulación. Cuando brotaba la primera lágrima - A Martí no le gustaba que los niños lloraran; cuando se le marchitaba la mirada y “hacía bemba” - A Martí no le gustaba que los niños estuvieran tristes. Aunque a veces nada parecía consolarla, en muchas ocasiones, su devoción inocente al “Apóstol” , como suele decirle, tuvo el efecto analgésico contra la “mamitis infantil”.
Bastaba pasar ante la figura, frente a cualquier empresa o escuela para apreciar una espontánea emoción. Si en la TV, el periódico, cuadro, postal… lo veía “Mamá, mamá, mira, Martí”. Cuando aprendió las partes de la cara las señalaba a cada paso, mas observando un busto descubrió que ella no tenía bigote.
Tal parece ser congénito, pues tuve mi debut como investigadora en un Simposio Municipal Martiano, en la Primaria, mis primeros premios fueron del concurso Leer a Martí, estudié en el IPVCE que lleva su nombre…Formé parte de una generación que en clases de Español, en Secundaria, fabulaba con autobuses mágicos que propiciaban encuentros con Martí, con el sueño de haber sido María Mantilla, durante una noche y muchas historias de imaginación, ternura y cubanía.
Me tocó la etapa de cosechar amigos en los eventos martianos; de la pasión inmensa por estudiar su obra más allá de las posibles décimas que un buen resultado pudiera añadir al índice. La bonificación no venía mal, pero lo “relevante” eran las horas de biblioteca, la sorpresa de encontrar cosas nuevas, de redescubrir un Pepe exquisito al hablar de amor y de lo bello. Soy miembro del bando de aficionados a sus reflexiones hechas diccionario, no para dar una salida política con sus frases, sino para encontrar respuestas.
Enero vuelve a verlo nacer, esta vez en cada centro laboral, cuadra, gremio, desde una dimensión distinta, hecho canción, símbolo, respeto, tributo, patria. Esta vez la marcha se hará en las redes, las antorchas se convertirán en twits, mensajes; pero el motivo será el mismo, rememorarlo.
Martí no es una consigna, es la forja de ideales, la persistencia en los sueños, la libertad vestida de sacrificio. Es la semilla creadora que la educación en Cuba infunde en cada niño, desde la Edad de Oro, como él le llamara. Es la inspiración sin proponérselo para alguien como mi pequeñuela, que sin conocer de política o historia, lo vio como la primera alegría vinculada a su círculo infantil.
Luego llegó la etapa de ella explicar que Martí escribió cuentos y de querer pedirle prestadas flores a la salida, de insistir en darle un beso y sacudir su manita junto a un “hasta mañana Martí”.
Bastaba pasar ante la figura, frente a cualquier empresa o escuela para apreciar una espontánea emoción. Si en la TV, el periódico, cuadro, postal… lo veía “Mamá, mamá, mira, Martí”. Cuando aprendió las partes de la cara las señalaba a cada paso, mas observando un busto descubrió que ella no tenía bigote.
Tal parece ser congénito, pues tuve mi debut como investigadora en un Simposio Municipal Martiano, en la Primaria, mis primeros premios fueron del concurso Leer a Martí, estudié en el IPVCE que lleva su nombre…Formé parte de una generación que en clases de Español, en Secundaria, fabulaba con autobuses mágicos que propiciaban encuentros con Martí, con el sueño de haber sido María Mantilla, durante una noche y muchas historias de imaginación, ternura y cubanía.
Me tocó la etapa de cosechar amigos en los eventos martianos; de la pasión inmensa por estudiar su obra más allá de las posibles décimas que un buen resultado pudiera añadir al índice. La bonificación no venía mal, pero lo “relevante” eran las horas de biblioteca, la sorpresa de encontrar cosas nuevas, de redescubrir un Pepe exquisito al hablar de amor y de lo bello. Soy miembro del bando de aficionados a sus reflexiones hechas diccionario, no para dar una salida política con sus frases, sino para encontrar respuestas.
Enero vuelve a verlo nacer, esta vez en cada centro laboral, cuadra, gremio, desde una dimensión distinta, hecho canción, símbolo, respeto, tributo, patria. Esta vez la marcha se hará en las redes, las antorchas se convertirán en twits, mensajes; pero el motivo será el mismo, rememorarlo.
Martí no es una consigna, es la forja de ideales, la persistencia en los sueños, la libertad vestida de sacrificio. Es la semilla creadora que la educación en Cuba infunde en cada niño, desde la Edad de Oro, como él le llamara. Es la inspiración sin proponérselo para alguien como mi pequeñuela, que sin conocer de política o historia, lo vio como la primera alegría vinculada a su círculo infantil.