Agricultura, apuntes sobre una asignatura elemental

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El autoabastecimiento municipal es prioridad del gobierno cubano. Fotos: Carlos Rafael
 
Resulta un hecho confirmado por las ciencias sociales que las personas piensan como viven y no viven como piensan. Si fuera al revés, les aseguro que, al menos por mi parte y la de muchos que conozco, este país, que tanto amamos, estuviera boyante y lleno de abundancia, no solo material también espiritual y natural, con ríos y bosques como los de mi infancia y ciudades como las de mis sueños.
 
Pero la realidad con todos sus desmanes, creados por nosotros mismos o impuestos desde fuera por el cerco económico y la crisis que se avecina, obliga a como se dice en buen cubano “matar y salar” en una praxis inequívoca de que sobrevivir es la más importante y ardua de las tareas en estos momentos históricos, que demandan mucho sentido común.

Esto quiere decir que, en primera opción, todo dinero que entre a la “casa grande”, como resulta en nuestros hogares, debe ir destinado a lo realmente garantiza la supervivencia, sé que “no solo de pan vive el hombre”, pero estamos y estaremos por mucho tiempo en situación de contingencia universal, de guerra sin bombas y en una batalla no hay tiempo para muchas cosas.

No se trata de pensar con el estómago, es saber cuál es la máxima prioridad ahora, que resulta también lo más importante desde hace años e incluyo los duros 90’ y recuerdo aquella visita de Raúl Castro a la provincia cuando dijo, con su habitual lenguaje claro y desinhibido, que la agricultura aquí no podría descansar hasta que al salir de un mercado la jaba de productos fuera tan pesada que los holguineros no la pudieran cargar.

Es esta una asignatura pendiente del sector agropecuario, materia más elemental que la matemática y que pudiera “revalorizarse” o “aprobarse obligatoriamente en extraordinario” con el Programa de Autoabastecimiento Municipal, que, aunque parece nuevo, no lo es si usted suma todas las acciones que comprende, en actividades que han sido cuidadas y descuidadas durante años.

Las máximas autoridades de la provincia de Holguín recorren polos productivos del territorio.
 
Sin embargo, sí resulta muy positivo que este programa sea la plataforma oficial para la organización de las producciones agropecuarias en cada territorio pues el autoabastecimiento municipal alcanza hoy su máxima dimensión y sobrepasa a la Agricultura, para convertirse en objetivo de toda la sociedad en cada Consejo Popular, comunidad y barrio pues constituye un problema de seguridad nacional.

Es una fortaleza increíble tener un país organizado hasta nivel de barrio, de cuadras y es hora de apoyarse realmente en esas estructuras para la producción y la comercialización e insisto en estos dos aspectos porque sigo sin comprender por qué se le “enreda el inning” entre papeles y destinos obligados al vecino bueno que desea vender los productos de su patio o que, por ejemplo, vivamos a 50 metros de un organopónico y jamás alcancemos una lechuga.
Abrir en detalles los resultados por Consejos Populares, llevarlos al dedillo o señalizarlos en un mapa, si se quiere, es muy importante para cada Consejo de Administración en los municipios, pero antes demanda un trabajo consciente, integrador y estratégico por parte de la Agricultura en cada territorio.

No solo de qué tienen, qué van a hacer o cuáles son sus misiones, si no con la evaluación real de cada indicador del programa, sin falsos optimismos, la creencia de poder “tomar a Roma en una hora” o lograr “por arte de magia” lo pendiente de años. Es hora de transformar la mentalidad lastrada por la seguridad de que, “si no produzco, bueno, ya llegará por la canalita” porque hoy “ese número que usted llama está fuera de cobertura”.

Más del 70 por ciento de los productos agropecuarios que consume Holguín salen de manos del campesinado.
 
Sin embargo, hay, desde mi modesto punto de vista, detalles alentadores como que existen actualmente 79 mil 561 cámaras y canteros en las modalidades de organopónicos, huertos intensivos y cultivos semiprotegidos y de ellos se tienen sembrados ya 78 mil 365.0, para el 98 por ciento de ocupación, faltan mil 196, que en su mayoría se encuentran en preparación para las nuevas siembras.

La campaña de siembra de primavera de viandas, hortalizas, granos y frutas hasta abril, estaba al 60 por ciento, por las escasas precipitaciones y el agotamiento de las fuentes de abasto de agua, pero mayo trajo lluvias y permitió la recuperación de 12 mil 139 hectáreas.

Continúa el trabajo de incorporación de los nuevos patios al movimiento de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar, el cual se realiza con el apoyo de organizaciones políticas y de masas y de organismos en cada territorio y como resultado reporta, hasta la fecha, el incremento de 396 patios y 86 parcelas en la provincia.

Una aclaración importante, la agricultura a pequeña escala no es una solución milagrosa, sino una alternativa más. La “concreta” seguirá “cuajándose” en la agricultura de grandes polos productivos, que tributen a sus municipios y a la cabecera provincial, que no tiene tierras para abastecerse a sí misma.

El análisis, a camisa quitada y corazón abierto, de los múltiples factores que influyen en los menguados rendimientos de estos sitios productivos demandaría un compendio de 400 páginas, porque hay realidades amargas con las que vivir como: el clima, los suelos, la tecnología, el dinero para invertir, las semillas y un largo etc.

Pero existen otros aspectos, generados en el plano de las subjetividades de gran impacto objetivo, como por ejemplo, que el salario promedio de un obrero agrícola sea, en “Limoncito”, de 400 pesos y pico y muchos afirmarán: “están vinculados a los resultados” y es justo en esta frase donde comienza el dilema de “quien llegó primero al mundo si la gallina o el huevo”, dilema que solo se aplica, paradójicamente, para los sectores productivos, pues en otros muchos sectores, con iguales o superiores ineficiencias, se supera este monto al mes sin “sudar la camisa”.

Vale también hablar aquí del reconocimiento social, de la pirámide invertida donde los profesionales agrícolas se llevan la peor parte, del sentido de la propiedad, de como nadie discute o discrepa lo que dice un científico, médico o pedagogo, pero todos creen saber cómo se maneja la tierra, la siembra o la cosecha, aunque a muchos nos haya llevado aprenderlo cinco años en la universidad y una vida en la práctica.

No es un secreto que más del 70 por ciento de los productos agropecuarios que consume Holguín salen de manos del campesinado, hay quienes defienden que la forma de propiedad define los rendimientos, pues hay muchas muestras en nuestra provincia de pobres tierras estatales, que colindan con florecientes fincas de particulares, como si lloviera por parcelas o el suelo no fuera el mismo.

Pero incluso hay diferencias entre los propios particulares, cooperativistas dentro de una misma forma productiva que cumplen y quienes no llegan, aun cuando la tierra y el clima son iguales, porque la verdadera diferencia la hace el hombre que trabaja, ya sea por la satisfacción de honrar sus compromisos o de cumplir e incrementar sus motivaciones económicas.

“Es que ya nadie quiere trabajar en el campo”, me decía alguien hace unos días desde su cómoda silla giratoria, averiguar los por qué, con la habilidad, la crudeza y la objetividad de la ciencia, resultaría un material interesante para componer el conocido diagrama de Ichikawua, que permita atacar las causas y no los efectosy esa podría ser una tarea de la Universidad y sus estudiantes de ciencias agropecuarias.

Ahora lo primordial es lograr los objetivos del Programa de Autoabastecimiento Municipal, ser consecuente y sistemático en las acciones, para no construir hoy y desmantelar mañana y poner el dinero donde más se multiplique a ver si de una vez la Agricultura comienza a vencer la difícil asignatura de garantizar la alimentación del pueblo, materia más elemental y exacta que las matemáticas.

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