Al lado del deber por vocación
- Por Yanela Ruiz González
- Hits: 3306
“Si no vienes a dar/ el corazón y la vida/ no te molestes en entrar…"
Jesús Orta Ruiz
Veinticinco años atrás pudo optar por otra carrera. Quizás alguna de menos rigor, que no entrañara el perenne sacrificio, pero ya estaba casi entrenada en esas lides al lado de mamá, oficial del Ministerio del Interior, a quien acompañó en varias jornadas de trabajo durmiendo en los cojines del sofá de la oficina, mientras ella cumplía con su deber.
Su infancia tuvo esas peculiaridades, similar a las de otros tantos que crecen entre uniformes verdes con barras y estrellas en los hombros, lo que implica ese y otros sacrificios, como el de pasar su día de cumpleaños número 15 en la escuela donde estaba becada, porque mamá tenía misiones impostergables que cumplir en la capital del país y no pudo llegar a tiempo.
Pero Tania Yaima Mercader Ricardo no miró "de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber”, y bajo esos principios se forjó su personalidad y vocación, al punto de seguir los pasos de su progenitora, de la que vive orgullosa, porque asegura que, pese a no haber contado muchas veces con su presencia en momentos importantes de su vida, no les faltó el amor ni a ella ni a su hermano, ni la atención en las circunstancias precisas.
“Culminé los estudios preuniversitarios y luego de un curso básico de los que oferta el Ministerio del Interior y a través de los procesos de captación y selección, me incorporé en la unidad de Inmigración y extranjería en el aeropuerto internacional Frank País”, explica.
“Con 18 años de edad inicié en un cargo de menor envergadura, por supuesto, no tenía ninguna experiencia. Paulatinamente fui asumiendo responsabilidades. Transité desde inspector de despacho (los que chequean los documentos de viaje), jefa de grupo hasta llegar a jefa de unidad”, comenta.
Veintidós años de trabajo dedicados a la unidad de Inmigración…
La mayor parte del servicio en el Minint, donde alcancé la madurez personal y todos los éxitos y logros profesionales. Encontré un colectivo de trabajadores muy bueno, compañeros valiosos y sacrificados, disciplinados y comprometidos. Aportaron muchísimo en mi formación durante esos años. Fortalecí mi preparación política e ideológica, lo que contribuyó con mi manera de pensar, la forma de ver las cosas y enfrentar la vida, no solamente en el trabajo, también en el entorno del hogar, el comunitario y las relaciones interpersonales. Todo eso me lo dio el Minint desde estas filas, además de permitirme hacer una carrera universitaria, la Licenciatura en Psicología.
Desde pequeña conoció de los rigores del trabajo en el Minint. ¿Cómo ha manejado su desempeño en las filas y la familia?
En la medida que adquirí responsabilidades en el trabajo se hacía más complejo dedicar el tiempo que merece y necesita la familia. Cuando fui jefa de turno tenía que responder por todos los procesos, desde los inspectores que están en la cabina hasta el servicio nuestro en el avión en la rampa. Todo queda distante y hay que supervisar y atender las inquietudes. Caminaba kilómetros durante la jornada de un lado al otro, poco tiempo para el descanso, que solo ocurría un par de horas recostada al buró.
A eso súmele que salía temprano de casa y llegaba en horas de la madrugada cuando se despedía el último vuelo. En esa etapa tenía ya a mi hijo mayor y muchas veces no lo veía. Entonces ahí jugó un papel fundamental el apoyo de la familia. En este caso yo nunca pude contar con mi mamá porque ella también tenía su ocupación. Mi retaguardia fueron el papá del niño y la abuela paterna, me ayudaron muchísimo en ese sentido.
Ya cuando tuve mi segundo hijo aparecieron otras complicaciones, por eso en el año 2022 me trasladé al Órgano de Atención a la ciudadanía. Nunca le han faltado atención ni afecto a mis hijos, quizá mi presencia, como me pasó a mí con mi mamá, pero ellos saben que es por una buena causa, conocen en lo que trabajo y sienten orgullo.
Siempre me he cerciorado de que quien supla mi ausencia lo haga como si estuviera yo. Y el poco tiempo que me queda se los dedico por completo, converso mucho con mi hijo mayor, que tiene una madurez asombrosa.
Ascendida recientemente al grado de teniente coronel. ¿Qué implica este estímulo para usted?
Lograr un ascenso en las filas entraña resultados de trabajo y una conducta intachable en todos los aspectos, algo que satisface. Hace poco mi niño pequeño de seis años me preguntó si ya no iba a trabajar más porque me había ganado muchas estrellas, (es el estímulo que usualmente dan los maestros cuando hacen las tareas bien). Quizá no entendió mi respuesta cuando le dije que ahora tengo que trabajar más y mejor, eso es lo que también significa ganar grados, superarse en todos los ámbitos y crecer en compromiso.
¿Cuánto hay de Tania en el desempeño de su profesión y viceversa?
Pienso, sobre todo, en la parte humana. No concibo a un miembro del Ministerio del Interior que no tenga esa cualidad, la sensibilidad, el respeto hacia las personas principalmente. En este órgano se requiere mucho de humanismo y sentido de justicia. Es una labor noble, de transparencia y honestidad. Nosotros nos formamos así porque tenemos que ser así. No hay otro modo.
¿Qué momentos de la carrera en el Minint guarda de manera especial en la memoria?
El aseguramiento de la última visita del Comandante en Jefe a Holguín cuando se inauguró la batería de grupos electrógenos. Tendría yo 24 años. Tuve la oportunidad de verlo a una distancia prudente, sin saber que sería la última vez que lo tendría físicamente cerca. El otro momento cuando participé como parte del cordón en la vía central por donde se trasladó la caravana con sus cenizas, día triste y duro, como también lo fue el aseguramiento al tributo al Comandante Chávez tras su fallecimiento.
El trabajo con los jóvenes…
Ha sido algo bonito, fundamentalmente, en la unidad del aeropuerto, que se nutre constantemente de jóvenes. Inician como lo hice yo, entonces toca educarlos desde la enseñanza, no imponer, hay que tratar de convencer, entusiasmar, motivar, reconocer en la misma medida que se exige.
¿Es muy exigente?
No al extremo, porque aquí cada cual sabe lo que le toca hacer, pero me gusta que las cosas salgan bien y prevalezcan disciplina y respeto. Donde quiera que uno esté, con uniforme o no, tiene que notarse que ahí hay un miembro del Minint. La ética nos debe caracterizar en todo momento, eso lo transmito en cada escenario.
Y sus funciones como primera oficial de Atención a la ciudadanía…
Me desempeño en el área de atención y evaluación, donde se recepcionan y atienden todas las personas que emiten quejas, por las diferentes vías: plataforma Bienestar, la fiscalía, correo, y generalmente y lo más usual, la entrevista presencial. Me he encontrado casos conmovedores y muy sensibles, personas que necesitan ante todo, ser escuchadas. Hay que ser muy humano y empático, y tener la capacidad para discernir y hacer justicia.
En este frente tenemos que dominar las funciones de todos los órganos del Minint. Hay muchas cuestiones que la población viene a plantear aquí que no son de nuestra competencia, entonces tenemos que hacer trabajo de orientación. La misión del órgano de Atención a la ciudadanía es regular el funcionamiento del Ministerio del Interior y controlar el comportamiento de sus fuerzas.
¿Y cuándo un oficial tiene un comportamiento inconsecuente a lo normativo?
Es duro que alguien venga a veces sin conocimiento a lacerar la imagen de un compañero nuestro, por eso vamos a los procesos investigativos para ser bastante justos. Pero si se comprueba su error las medidas que se aplican van desde una amonestación hasta los tribunales, por una conducta impropia o un hecho de corrupción.
En el tiempo libre…
“Toca otro uniforme, el de las tareas del hogar y la atención a la familia”, sonríe mientras se ajusta la condecoración que lleva en el pecho, la del Servicio Distinguido, que le otorgó su vocación consagrada y las horas de desvelo, porque “un oficial del Minint no solo representa al órgano donde trabaja, sino donde lo requiera el deber”.