Desarrollado en Holguín Festival Cantándole al Sol
- Por Rosana Rivero Ricardo
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Próximos a celebrar con orgullo los 300 años del pueblo de Holguín, los nacidos en este terruño podríamos añadir al consagrado título de “…la tierra más hermosa que ojos humanos han visto”, el no menos importante de “lugar de las primeras veces en Cuba”. Disímiles sucesos históricos y culturales avalan el epíteto, entre ellos, el nacimiento en esta tierra del I Festival Regional de la Canción Infantil, celebrado en 1976, base del hoy Festival Nacional Cantándole al Sol.
Los días siete y ocho de septiembre se celebró, en el Teatro Eddy Suñol, el Festival Provincial de la Creación de la Canción Infantil La Ronda del Pintorcillo. Cantándole al Sol, para reconocer la obra de compositores de temas para niños, género con una extensa tradición en el territorio oriental cubano.
El experimentado Guillermo Almaguer Gay, ganador en varias ocasiones de este certamen a nivel provincial y nacional, mereció uno de los tres premios de composición por la canción Pregonando flores, un son defendido por Ian Fernández González.
Igual reconocimiento obtuvieron Juan Jiménez Cruz, por su composición Saltamontes, y Ramón Castro Velázquez, por Fiesta en el bosque, ambas del género son. Esta última canción se alzó además con el Premio de la Popularidad, pues al contagioso ritmo se sumó la adecuada interpretación de la pequeña Camila Tejeda Leyva. Por su parte, Dayanet Chacón González llevó a casa el Premio de Interpretación, tras ponerle su clara y afinada voz al chachachá Mi gato habla español.
Sin embargo, el desarrollo del evento distó mucho de la calidad y esplendor que merece la composición infantil, una de las esencias culturales holguineras. El dilema inicia incluso desde el nombre del concurso que aúna La Ronda del Pintorcillo, heredero del festival que se hace en Holguín desde 1976, y el Cantándole al Sol, un similar a cargo de la Organización de Pioneros José Martí (OPJM). Surge la duda de cuál fue el realizado en este 2019, o si se hizo un conveniente dos en uno.
De acuerdo con lo observado sobre el escenario, las cosas se hicieron deportivamente, o sea, corriendo. Ello incide en la motivación de los creadores para presentar sus obras, escasas, como en años anteriores. Téngase en cuenta que en la primera edición del certamen se presentaron 127 piezas, acompañadas musicalmente por la Orquesta Sinfónica de Santiago de Cuba y la Jazz Band de Holguín, periodo de esplendor que languidece ante la falta de un presupuesto adecuado que respalde una actividad infantil de este tipo.
En las canciones se apreció un apego a los géneros musicales cubanos como el chachachá y, fundamentalmente, el son, asunto que se agradece. Otro panorama es el de las letras de las composiciones, que reinciden en agotados temas de la temática infantil como los animales y las vocales, poco atractivo para el público al que van dirigidas.
Discreta y estática fue la escenografía en los dos días de presentaciones, socorrida por la utilería del Teatro Guiñol de Holguín. Los pequeños disfrazados de payasitos, reyes magos, tortugas, Scooby Doo y otras iniciativas que poco o nada tenían que ver con las letras de las canciones, salían una y otra vez en cada tema sin coreografía concebida, opacando -en ocasiones- el protagonismo de los cantantes.
Lícito señalar la relevancia que adquieren sugerencias y consejos por parte del equipo de realización de la gala a algunos padres e infantes, sobre el vestuario adecuado que deben emplear los pequeños intérpretes para que no desentonen en este tipo de espectáculo.
Entre los momentos más acertados de la gala de premiaciones estuvo el homenaje inicial a Teresita Fernández, con un popurrí de sus temas más populares, a cargo de la trovadora Lianet Velázquez. Relevante resultó además la actuación del pequeño Yunieski Creo González, ganador del primer lugar para la mejor voz infantil del recién finalizado concurso Cantando con el Mariachi, en Holguín.
Poco adecuada resultó la presentación del proyecto circense Fantasía e Ilusiones que, aunque demostró su calidad con números de malabares y break dance, su programa no se ajustó a la esencia del concurso infantil.
En ediciones anteriores estas galas han sido protagonizadas en su totalidad por los niños. Talento sobra en una provincia donde hay cuatro agrupaciones infantiles de baile español; una Ronda de los Sueños, especie de Colmenita holguinera; disímiles proyectos de Casas de Cultura y una Escuela Elemental de Arte con notables resultados.
Mucho que desear dejaron los premios entregados a los pequeños, consistente en ramo de flores y búcaro de cerámica, poco útiles para su vida escolar, por ejemplo.
Fluctuantes son las categorías y cantidad de reconocimientos otorgados. En esta ocasión fuero tres premios de Composición, en igualdad de condiciones; uno de la Popularidad y otro de Interpretación. En 2018, por ejemplo, se prescindió de este último, en detrimento de los pequeños defensores de cada tema. En cambio, se premió el Mejor Arreglo Musical, una ganancia perdida en esta ocasión. Se otorgaron además cinco menciones y un Gran Premio, además de los tres primeros lugares en composición, algo excesivo si se tiene en cuenta la poca masividad del concurso. Lograr un balance adecuado de lauros que se mantengan en cada edición es aún asunto pendiente.
Escasa fue la promoción de la gala a la cual asistieron, en su mayoría, los familiares y amigos de los concursantes. Ojo, tampoco se trata de llenar artificialmente el teatro con matrículas de escuelas cercanas, como ha ocurrido en ocasiones anteriores.
El público fue poco dadivoso en aplausos, quizás en reciprocidad con lo que sucedía en escena. Lo presenciado en el Suñol no es imputable en su totalidad al equipo de realización, cuyos miembros ya han demostrado que pueden hacer espectáculos mucho mejores. Al parecer se hace lo que se puede, con lo que se tiene.
Disímiles factores opacan el desarrollo del concurso de composición infantil, que no son nuevos, por supuesto. Por mucho tiempo el certamen careció de una institución que lo respaldara. Desde hace poco más de 10 años lo asumió la Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos, que tal vez no sea el padre lógico de una actividad de índole infantil.
El certamen está previsto para el 4 de abril, en homenaje al aniversario de la OPJM. Año tras año se pospone a los meses de septiembre, octubre o noviembre, lo que desanima a los creadores, los niños y los padres. La dilatación se debe a dilemas de organización y presupuesto que con la posposición tampoco se resuelven.
Este no es un espectáculo que se piense y organice en dos o tres semanas. Requiere varios meses de esfuerzo y el compromiso de todo el sistema de la cultura para realizar las convocatorias, seleccionar las obras, los niños, garantizar la logística.
Una tierra pródiga en compositores de música infantil no puede sepultar la tradición del festival bajo la desidia y la ausencia de presupuesto. Los niños también merecen una actividad que potencie sus aptitudes y los impulse a seguir los caminos del arte.