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La Necesaria

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Cuba llevaba una década en guerra; diez años de hambre, vicisitudes, carencias y muertes. El objetivo estaba claro, librarse del colonialismo español, pero a pesar de ser un período glorioso, se vio manchado por contradicciones y conflictos internos, que minaron la moral de las tropas y resquebrajaron la unidad nacional.


Ni una firme protesta, protagonizada en Baraguá, evitó que la firma del pacto del Zanjón, y por consiguiente la rendición de las armas insurrectas, se llevara a cabo. Corría el año 1878.


Cualquiera pensaría que allí terminaba el sueño de libertad de la isla oprimida; sin embargo, José Martí, uno de sus hijos más dignos, contemplaba con tristeza los acontecimientos de su Patria, y se trazó el propósito de organizar una insurrección final que acabara con las cadenas del colonialismo en Cuba.


El Apóstol se encontraba fuera de su tierra una vez más, pero ni la distancia impedía que sus pensamientos estuvieran con su isla. La meta era llegar a un futuro soberano, y para materializarla era imperativa una nueva guerra, la necesaria.


Nutrirse de experiencias y errores pasados, aparejado a posicionar el papel de la unidad como única vía para alcanzar la victoria, eran las premisas fundamentales de esa nueva contienda. Ni el fracaso del plan de la Fernandina, golpe considerable para el incipiente proceso, fue impedimento para que se emitiera la orden de alzamiento. Bajo la premisa de ¡Independencia o muerte! se escogió el 24 de febrero de 1895 como el día para iniciar la lucha.


“Aceptados giros”, fue el cable enviado a José Martí, por Juan Gualberto Gómez, para notificarle que todo estaba listo para el estallido de la guerra. La orden especificaba que la simultaneidad de las acciones era vital, pero la realidad inicial fue otra.


En Pinar del Río no se recibe la orden; Julio Sanguily, quien lideraría las acciones en La Habana, es detenido; el alzamiento en Ibarra, provincia de Matanzas, protagonizado por Juan Gualberto Gómez, fracasó debido a falta de coordinación; los líderes máximos del alzamiento en Las Villas decidieron esperar las órdenes de Máximo Gómez; y en el caso de Camagüey se acordó esperar su llegada. Oriente fue la única región que se incorporó a la lucha en la fecha prevista.


Bajo la dirección de figuras como Bartolomé Masó, Quintín Banderas, Guillermo Moncada y Saturnino Lora el alzamiento se extendió apresuradamente por toda la zona oriental, con la masividad que faltó en otras regiones del país.


A Holguín acude, desde Manzanillo, el catalán José Miró Argenter, cuya presencia fue un incentivo para el movimiento independentista. Por otra parte, el hecho de que veteranos de la Guerra del 68 se alzaran en armas fue determinante para inspirar a los más jóvenes. En ese grupo se encontraban, entre otros, Luis de Feria Garayalde, Remigio Marrero y Modesto Fornaris Ochoa.


La nueva guerra, a pesar de ser perfectible en muchos aspectos, significó una etapa cualitativamente superior a la de 1868. Los cubanos dieron muestra de valor y entereza en aras de lograr su verdadera independencia. Se retomaba con gran fuerza el sueño de la isla oprimida, cuyo único anhelo se resumía a una palabra: libertad.

 


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